lunes, 29 de agosto de 2011

Poema y enlaces de interés

 Hola amigos de El sueño eterno. Debido a la necesidad de atender otros menesteres mi asiduidad en la blogosfera y las visitas en vuestras casas disminuirá. También me prodigaré un poquito menos en cuanto a la publicación de entradas, tanto en este blog como en el de Sinatra pero aseguro que no perderé el contacto, ni mucho menos, con vuestros blogs e intentaré no perderme ni una de las entradas que se vayan publicando en ellos. Si en la entrada anterior presentaba un pequeño texto que aludia al tiempo, precisamente es su escasez la que me obliga a aminorar el ritmo. La falta de tiempo y alguna otra cuestión que comentaré más adelante son mis razones. Ahora dejo aquí un breve poema titulado Scribere y algunos enlaces de interés. Mucha suerte y ánimo a todos aquellos que vuelvan de vacaciones al trabajo y para los que se van ahora de vacaciones (que también los hay) y los que siguen...¡que disfruten!

Scribere


A las 3 de la tarde
                la página en blanco,
una rosa que gime entre mis dedos,
               es un reto, un desafío
que, al llegar la noche, irremisible
              se amontona 
                             en pétalos caídos

La escritora Eva Hinojosa intenta dar respuesta aquí a esa pregunta que tantas veces nos hacemos: ¿Por qué escribimos?

Por otro lado, el escritor chileno Pablo Gonz , en su blog, nombra el libro Cerdito de porcelana y otros microrrelatos de mi amigo y escritor Raúl Garcés y realiza una breve reseña.

Otro tema. Recientemente he adquirido el libro de relatos titulado Gabriel y el Guadarrama (Ed. Norma-Capitel. 2011) del escritor Fernando Jiménez-Ontiveros Solís Como ya nos habia acostumbrado en su blog, Fernando nos invita al universo de Gabriel, a sus paseos por los campos del Guadarrama, su relación con el paisaje, a sus cafés en el Café de Don Emilio, a sus experiencias, profundas meditaciones (siempre ligadas a la poética y la literatura) y a los encuentros que mantiene con distintos personajes que visitan su pueblo o a los que él visita en esos días de paseos interminables. La lectura de este libro de relatos es un remanso de paz, un libro de cabecera imprescindible y un reencuentro para el caminante ávido de buenas historias. Dedico a mi amigo Fernando y a su personaje Gabriel este modestísimo poema:


 Café don Emilio

En las bellas tierras del Guadarrama
y en los versos inagotables de Gabriel
reside el ritmo exacto
que define el silencio de una nevada,
la paz al despertar la primavera,
el sosiego en un primer rayo de sol estival,
o la cadencia de una hoja arrastrada
que olvida, ya dorada,
recordar los días de abril.

Yo estuve allí tan solo una vez
pero he visitado esta tierra
en incontables ocasiones,
viajando de la mano
por poemas inolvidables
o leyendo servilletas arrugadas
en el Café de don Emilio.

Sin embargo, es ahora cuando puedo asegurar
que no debo esperar más
para regresar.
Quiero volver allí,
volver a soñar
y perder la vista
por los campos, en los caminos
y en las velas replegadas
de un barco varado
que, sobre las rocas,
no puede alcanzar el río
ni soñar con el mar
Fotografía del Alcázar de Segovia, una gélida mañana de noviembre. Fotografía de Amaya

jueves, 25 de agosto de 2011

Inventando nuevos relojes


Esta mañana, al despertar,
se detuvo el reloj.
Las saetas son fósiles
que ya no marcan
el ritmo del mundo.


Ahora todos somos
un abismo insalvable,
la grieta abierta en el infierno,
miles de caracolas surcando
los cielos teñidos de sangre.
Solo nosotros hemos herido las nubes
y hemos vertido el veneno en el viento
Dejemos ahora este sucio invento,
en este instante congelado
y bajemos todas las armas.


Tal parece que es hora ya
de emigrar, fuera de nosotros mismos,
tal parece, cuando se ha detenido el reloj,
que ya es hora
de mirar atrás
y contemplar los horrores del mundo,
cara a cara,
para no repetirlos nunca.


Valorado desde la quietud estática,
este desierto,
se descubre lleno de arena
para construir nuevos relojes.
Salvador Dalí

AÑADIDO:
Quiero agradecer al colectivo Tirarse al folio por publicar recientemente este poema dedicado a la ciudad de Toledo, donde pasé mis últimas vacaciones.


lunes, 22 de agosto de 2011

Este presagio que me habita

Algo de nieve para refrescarnos, en pleno agosto...



En este océano en calma
de marea gris y atardecer incandescente
advierto un presagio que me habita.

Me aterroriza como crestas de ola
o ejército de lanceros acuáticos,
clavados contra el cielo.
Tiembla como el final de la llama
prendida en el candil.
Es tu mirada que calla
cuando niega un beso
o la infancia que hiere profunda,
desde un viejo puerto.

Este presagio que me habita 

como un abismo temporal
es un silencio que insulta, si ausente,
tan presente como mi destino


La canción es I can't get started (Ira Gershwin & Vernon Duke) interpretada por el excelente saxofonista Cannonball Adderley.

sábado, 20 de agosto de 2011

My personal jukebox (8)

Luois Armstrong fue quien popularizó con mayor difusión esta canción popular procedente de Nueva Orleans con raíces gospel que se utilizaba principalmente como marcha fúnebre. Nada que ver con el resultado que se obtuvo al ser interpretada por bandas de jazz y dixie en la primer amitad del siglo XX. Hasta esta sección titulada My personal jukebox, un poco ya olvidada, traigo hoy el dueto formado por Danny Kaye y Louis Armstrong interpretando esta canción en una delirante escena de la comedia biográfica titulada The five pennies (Tu mano en la mía) dirigida por Melville Shavelson en 1959. En ella Danny Kaye interpreta el papel del trompetista Red Nichols.



Siguiente video, la canción Lullaby in Ragtime (compuesta por Syilvia Fine, esposa de Kaye) intepretada por Danny Kaye y Barbara Bel Geddes en la misma película:



The five pennies (Melville Shavelson. 1959)
Lullaby in Ragtime (Sylvia Fine. 1959) 

Y lo mejor que podemos hacer es escuchar a la orquesta de Louis Armstrong interpretando When the saints go marching in, de verdad y sin chistes como en el caso anterior:

jueves, 18 de agosto de 2011

Kiss of Death (Henry Hathaway. 1947)

Richard Widmark en el papel de Tommy Udo
Como quien estudia la Historia Universal en antiguos libros de texto y recuerda ciertos párrafos inolvidables, también en mi memoria resistía un fotograma de Richard Widmark arrojando escaleras abajo a una pobre vieja inválida amordazada a su silla de ruedas. Es ya una de las escenas míticas del cine negro y al fin logré encontrar Kiss of Death, la película a la que pertenece y disfrutar de una buena revisión, repitiendo el fotograma mencionado unas cuantas veces.
Y es que el gran hallazgo de Kiss of Death es este Richard Widmark en la piel de villano despiadado, asesino sanguinario, con brotes psicóticos acompañados por siniestros ataques de risa nerviosa justo antes de cometer un nuevo crimen. De hecho, en lugar de Kiss of death bien podría haberse llamado Laugh of Death porque esa expresión sonriente del asesino y esos pequeños ataques de risa, consigue helar la sangre a cualquiera. Sobrertodo a Victor Mature, protagonista de esta historia en la que encarna a un vulgar ladrón llamado Nick Bianco que se ve obligado a robar para alimentar a su familia (dos hijas y una esposa). El comienzo de la película es soberbio, con una panorámica neoyorkina envidiable que presenta a la ciudad que nunca duerme, en nochebuena y la voz en off de Nettie ("la chica", Coleen Gray) narrando el prólogo. Posteriormente la acción nos sitúa en el atraco de una joyería organizado por Nick Bianco junto a tres rateros más. Pero antes de abandonar el edificio, la policía consigue reducir a Nick. Una vez detenido, su destino se cruza con el del asesino Tommy Udo (Richard Widmark) que también está detenido, auque este último por mucho menos tiempo.
Tommy Udo (Richard Widmark) y Nick Bianco (Victor Mature)

El fiscal Louis D'Angelo (Brian Donlevy) intenta convencer a Bianco para que delate a sus acompañantes en el atraco a la joyería y de esa manera, librarse de una condena más larga. Nick rechaza la oferta de D'Angelo alegando que él no es ningún chivato y es enviado a la prisión de Sing-Sing para una condena de veinte años. Pero a los tres años de estar preso recibe la noticia del suicidio de su esposa y el ingreso de sus dos hijas en un orfanato. A los días recibe la visita de Nettie (Coleen Gray), que solía ejercer de niñera, para contarle que su esposa le fue infiel en los últimos años. Nick decide cambiar de actitud, reuinirse con D'Angelo y delatar a los rateros que iban con él la noche del atraco para, de esa manera, obtener libertad provisional y ver a las niñas.
D'Angelo (Brian Dolevy) intenta persuadir a Bianco
 Después de unos días más de libertad Nick se enamora de Nettie y contrae matrimonio. Aunque Nick queda absuelto y liberado de la cárcel, su colaboración con la policía llega cada día más lejos y el destino volverá a cruzar en su camino al asesino Tommy Udo. El fiscal D'Angelo solicita la colaboración de Nick para atraparlo definitivamente. Nick declara contra Udo en el juicio pero el acusado consigue salir inocente. Como resultado, cuando Nick ha conseguido librarse de la cárcel por su colaboración con la policía y su buena conducta, se encuentra en libertad mucho más atrapado que en la prisión pues sabe que, más tarde o más temprano, Tommy Udo le ajustará las cuentas. Al fin y al cabo, otra película imprescindible para los amantes del cine negro y excepcional alternativa para quedarse en casa y mitigar los calores de este agosto que se eterniza.
Último encuentro entre Tommy Udo y Nick Bianco
Pero lo que realmente me hiela la sangre es el sospechoso parecido entre Richard Widmark y Frank Sinatra. Miren, miren...
Richard Widmark como Udo
Frank Sinatra en "Suddenly"
Y ahora la escena comentada que ocupa la cabecera de este post:




lunes, 15 de agosto de 2011

Bajo la lluvia (Relato)

Estatua-fuente en el Paseo de la Constitución de Zaragoza a la que le dediqué este relato

Esta ciudad donde nací no tiene mar y tampoco tiene puerto, sin embargo aquí todos somos marinos expertos; veleros que se pierden en un océano incierto para encallar en inciertas pasiones, ansiones que mueren en ese mar muerto. Algunos son poetas olvidados, otros son profetas exiliados y los que más intentamos pasar abandonados y desapercibidos dejándonos llevar por la corriente. Yo siempre fui barquita a la deriva hasta que una noche estalló una amarga tempestad que me quiso extraviar. Recuerdo un día gris en que el cierzo se detuvo por cortesía para dejar a las plomizas nubes descargar su mortal lluvia de plomo. Yo paseaba con mi chica por la Calle Alfonso cuando estalló la tormenta en su mirada, ese océano que hasta entonces había guiado mi travesía. En ese momento saqué un paraguas del bolsillo bajo el que nos resguardamos pero entonces ella olvidó proteger mi endeble corazón mientras sus frías olas brotaban de su boca y golpeaban sin remedio los arrecifes de sus labios. Así, bajo el paraguas y habiendo llegado al buen puerto de su barrio, me dio lo que ella bautizó “el último beso”. Salió de debajo del paraguas y se desvaneció en la cortina de humo de los coches, de los recuerdos y la lluvia. No recuerdo demasiado del resto de aquella lluviosa noche. Aunque la busqué no encontré luna alguna en el negro satén de la madrugada, tan sólo relucía en el recuerdo de sus pupilas. Recuerdo una botella, una última canción y una barra de bar que hacía las veces de astillero para barcos borrachos como yo. Tambaleándome volví a zarpar por el océano nocturno hacia el negro río que en su murmullo indiscreto parecía cantar su nombre y, como quien busca un lugar para descansar, recuerdo que navegué hacia la otra orilla. Entre las destartaladas casas del arrabal creí encontrarme perdido en ciudad extraña pero fue allí donde en esta misma ciudad de exiliados profetas y olvidados poetas decidí ser un descarriado escultor, forjador de sueños en lugar de palabras. Allí, clavado en mitad de la noche más aciaga, ví brillar la torre de La Seo como un faro en medio del caótico océano y su luz me guió en el viaje de vuelta a casa. A partir de entonces no esculpí nada bueno ni digno de rescatar aquí hasta que un buen día, recordando aquél último diluvio, se me ocurrió representar a dos amantes caminando abrazados bajo un paraguas resguardándose de sus propios peligros. Hoy mi obra está emplazada en un destacado lugar del Paseo de la Constitución y así, cada vez que mi amada lo vea, sabrá que aquél último beso nunca existió; comprenderá que no tengo cincel para esculpir un último momento con ella, que la lluvia borró esa penúltima tormenta que asomó a nuestros labios.

Este relato fue publicado por primera vez en La Biblioteca de Babel y está incluido en Jazzmen (Cartonerita Niña Bonita 2011)

miércoles, 10 de agosto de 2011

En el Café Van Gogh


El presente es una luz macilenta
que acaricia, a veces,
esta pequeña mala imitación
de lo que la vida debiera ser
y quizá, solo quizá, una vez fue.


Desde el Café Van Gogh,
a la luz de bombillas estrella
que se amplifican
buscando una noche en Arlés,
escribo versos simplificados
o (desengáñate)
proyectos vagamente poéticos,
y solo soy un cronopio más,
sin famas ni esperanzas, cansado de no estar cansado.


Pero la luz sigue borracha
en este local de nombre extravagante
y giralunas marchitos.
El mundo se estrangula
a sí mismo en el siglo 21,
cansado ya de reescribir
y buscar soluciones donde nunca las habrá.

El mundo, yace de insomnio
despierto a las dos de la mañana
mientras yo sigo buscando en un verso
la imitación perfecta, la farsa,
desde la penumbra del Café Van Gogh
donde, una vez más, todo es mentira.

Para terminar como es debido y ponerle una adecuada banda sonora a esta noche de agosto: Oh, you crazy moon (Frank Sinatra):

domingo, 7 de agosto de 2011

Las estatuas de sal también sueñan

En este gran olvido
que es un bar con ventanas abiertas
al abismo,
soy una estatua de sal desgranando en versos 
la metamorfósis
a la que el infierno
cada día me condena.

¿Qué pasaría si estuviéramos engañados,
si el infierno fuera mundo
y el mundo ardiera?

Las lágrimas de un poeta
ruedan ahora
por el último cine clausurado,
pues nunca hubo luz arrojada
sobre la acera de los zurdos.
Yo le observo, callado,
sin nada que escribir.
Todo el mundo, esta noche,
será invadido
por estatuas de sal
que rehúsan mirar atrás.

Tuve el placer de leer este poema en el Pub Interferencias, en la primera sesión del ciclo Transversores.

En la fotografía, los participantes de la primera sesión de "Tranversores". También recitó Luisa Miñana, que no aparece en la fotografía y a la que agradezco enormemente que me dedicara este poema .

jueves, 4 de agosto de 2011

A la hora del vermut (relato)


A la hora del vermut, el sol de mediodía discurría vivaracho por la plaza de la Catedral y el viento típico de la montaña apaciguaba los primeros calores de agosto de manera envidiable para cualquier animal de ciudad. En la terraza de las bodegas Langa, excelente vinoteca jaquesa, familias enteras bebían vino y reían sin parar mientras los niños correteban, de aquí para allá, sin poder acabarse nunca ese vasito de mosto que nunca pidieron. Yo los observaba, apurando un buchito de buena sidra casera. Esta era la felicidad irreal del verano que, en un próximo invierno, intentará su recuerdo, sin conseguirlo, llenar los bolsillos de unas vidas vacías. La realidad, sin embargo, aunque pareciera ajena no estaba muy lejana a ellos. Justo al lado de la robusta mole de piedra que es la entrada a la románica Catedral de San Pedro de Jaca, un tristísimo violonchelo dejaba escapar de su sarcófago las notas que un músico orondo, de pelo blanco y cara enrojecida por el vodka, hacía brotar a su gusto en boleros especialmente melancólicos rodando por aquel mediodía abrupto. Parecía invisible. La gente paseaba por delante. Algunos, incluso, tarareaban la melodía que ofrecía. Otros golpeaban con el pie y sin querer, el cestillo donde aquel músico sin patria dejaba caer las pocas monedas que había conseguido el día anterior. Yo conocía bien a este hombre. Quizá de cien retazos como este en que, a través de una ventana de bar, veía cómo la vida pasaba por delante de este violonchelista que se empeñaba en detenerla, encerrarla, en la caja de su instrumento. Una vez, lo recuerdo bien, compré unos de sus discos, grabados muy artesanalmente y entonces sus ojos se iluminaron como la nieve en las cumbres cercanas a esta ciudad. Pero hoy ya no hay nieve en las cumbres.

El mediodía llegó a su punto más álgido cuando un grupo folclórico de Puerto Rico, participante en el Festival de los Pirineos, irrumpió con sus cálidos ritmos y su coloridas vestimentas las inmediaciones de la Catedral. La muchedumbre dejó abandonada la terraza del Langa, se agolpó alrededor de los danzantes portorriqueñas, situándose justo delante del vilonchelista callejero que, con expresión seria, apagó el apartato que escupía los acordes de acompañamiento y siguió sentado, esta vez, invisible de verdad y con un instrumento enmudecido apoyado en su hombro. Como un huracán, el grupo de danza y música se marchó por la calle del Obispo arrastrando tras de sí a todo el gentío que, hacía solo unos momentos, tarareaba un bolero sin saber de dónde procedía. En la calle desierta, el violonchelista recogió sus bártulos, su atril y su altavoz. Después se perdió por una calle estrecha. Mientras seguía su marcha con la mirada me preguntaba si él, como yo, había reconocido en los cálidos ritmos de los portorriqueños una de sus viejas composiciones que, hacía mucho tiempo, le había otorgado cierta fama efímera.

martes, 2 de agosto de 2011

Angel face (Otto Preminger. 1952)




Robert Mitchum y Jean Simmons en un fotograma de la película
El director de orígen austriaco Otto Preminger (nacido en Wiznitz, una ciudad de la actual Ucrania) dirgió esta película con una pareja protagonista explosiva, la formada por Robert Mitchum y Jean Simmons, en 1952. Con una rápida escena de introducción Preminger nos traslada a una noche de Beverly Hills (perfectamente reconocible la imagen nocturna de Los Ángeles que se nos ofrece detrás de una ambulancia que corre, calle arriba) en la que un escape de gas, accidental o no, ha estado apunto de terminar con la vida de la señora adinerada Catherine Tremayne (Barbara O'Neil) Frank Jessup (Robert Mitchum) es el enfermero encargado de conducir la ambulancia que acude a casa de los Tremayne y el azar es quien propicia el primer encuentro entre este y Diane Tremayne (Jean Simmons), hijastra de Catherine. En ese primer encuentro, Diane parece estar visiblemente histérica a causa del incidente, así que Frank le propina un bofetón que, de inmediato, le es devuelto por Diane. Sin embargo, Frank alude que su acción ha sido por prescripción facultativa. Indudablemente este primer encuentro es explosivo y prepara ya, al espectador, para una intensa relación entre estos dos personajes.

Jean Simmons es una mujer fatal a la usanza del cine negro que, poco a poco, va absorbiendo la vida y la mente de un hombre normal que, hasta ese momento, tenía una vida normal, con planes de futuro junto a una mujer, Mary Wilton (Mona Freeman), que desaparecerá en cuanto aparece una rival a la que nunca podrá hacer frente. Diane arrastrará a Frank a un mundo de perdición y crimen del que ya nunca podrá regresar. Las dudas que Frank tiene sobre Diane, después de la primera visita de la ambulancia a casa de los Tremayne, se aclararánn al comprobar el odio que esta mantiene hacia su madrastra y por otro lado, la pasión ciega que le lleva a confiar en el hombre acabado que es su padre, Charles Tremayne (Herbert Marshall)
Robert Mitchum (Frank Jessup) y Mona Freeman (Mary Wilton)
A pesar de todo Diane consigue que Frank deje su trabajo como conductor de la ambulancia y se emplee como chófer de la familia. Frank no tiene dudas acerca de la personalidad de Diane pero, aún así, existe una atracción fatal que le une a ella y le impide abandonarla. Finalmente, la muerte de los dos señores Tremayne, cuando conducían un coche con la marcha atrás manipulada, condenan a Frank y Diane a un juicio por asesinato premeditado.
Frank conduce el Jaguar deportivo de Diane
Aunque el abogado defensor Fred Barrett (Leon Ames) consigue demostrar, o hacer creer al jurado, que los acusados son inocentes el peso de la culpa planea sobre Diane y es entonces cuando se consigue hacer dudar al espectador con un falso arrepentimiento de la asesina. A partir de ese momento la película toma un giro drástico hasta el desenlace final que, por otra parte, puede resultar esperado.
Jean Simmons maquinando...



La intriga en la que se mantiene al espectador ante la personalidad y culpabilidad real del personaje encarnado por Jean Simmons transcurre al mismo tiempo que la duda que se mantiene en el personaje de Robert Mitchum, por lo que este espectador se identifica con el protagonista. Otro acierto de esta más que recomendable obra del cine noir es la música de Dimitri Tiomkin, que contribuye sobremanera a acrecentar el confuso ambiente de esta relación y este drama freudiano, como se le calificó en su momento.
El Jaguar XK 120 que conduce Jean Simmons en esta película fue un clásico en las carreras de Le Mans

Otro fotograma del Jaguar XK 120, frente al Harry's, lugar de encuentro de los dos personajes protagonistas
Diane vigila desde la ventana

lunes, 1 de agosto de 2011

Ecos de Jazzmen y Tertulia poética "Transversores"

David Giménez, Marcos Callau y Alfredo Moreno. Fotografía tomada por Primo
Quiero agaradecer la asistencia y el apoyo a todos los amigos que se dejaron caer por El pequeño teatro de los libros para acompañarme en la presentación de Jazzmen. A los poetas cartoneros que leyeron, (Julio Donoso, Victor Guiu y Marisa), al músico GranBob y a los amigos poetas que llevaban "casualmente" unos poemas por los bolsillos: Elisa Berna, Sofía Díaz Gotor y Chabi. Por supuesto agradezco a David y a Alfredo la inmejorable compañía encima de ese escenario y las palabras que dedicaron a estos doce relatos. Ahora les dejo unas fotografías para todos aquellos que no pudieron estar y unos enlaces de varios blogs que se hicieron eco de Jazzmen. Gracias a todos!

Aquí declamando... Fotografía del blog Aventarte
David Giménez, Marcos Callau leyendo y Alfredo Moreno. Fotografía de José María Sorando

GranBob, autor de Pedaleando, con una de sus canciones

El poeta ciclista, Victor Guiu, próxima publicación cartonera
GranBob a la guitarra y Julio Donoso (autor de "Espantos") recitando
Marisa Lanca recitando un  hermoso poema

Elisa Berna, amigas y poeta, nos volvió a cautivar con otro maravilloso poema. Click en su nombre para visitar su blog. La fotografía vuelve a ser de José María
Excelente poeta y amiga, Sofía Díaz Gotor, nos deleitó con su poema Tierra baldía. Fotografiada aquí por Amaya

Chabi Angulo recitándonos cuatro de sus haiku
Aquí el zurdo tiene el honor de firmar un ejemplar de Jazzmen para Ana y Anabel, autoras del blog Aventarte
Aquí junto a Chesús Yuste, autor de La mirada del bosque

Aquí los amigos Marian, Roberto Malo y Raúl Garcés
Mil gracias a todos!!!

Enlaces de blogs que se hicieron eco de Jazzmen:

Primo y sus fotografías , Las amigas del blog "Aventarte" , Marta NavarroRaíces de papel ,  , Antón Castro , Época Dorada y su particular creación sobre el relato "A la luz del flexo" . El pintor Antonio Callau y El fotógrafo José María 

El martes dos de agosto, a las 21:30, se celebrará la tertulia poética  Transversores en el Interferncias de Zaragoza (C/ Benavente, 11) en la que participaré junto a Fran Picón , Miguel Ángel Yusta , Fernando Sarría , Luisa Miñana , Rafael LunaMarta Fuembuena , Eduardo Fariña y Mayte Albores . Nos vemos!